Mi corazón anda suelto,
vaga por la calle con un platillo en la
mano,
y la mirada puesta no sabe dónde...
Recoge monedas. No las pide.
Da pena verlo, ¡con lo grande que fue,
y cómo me lo encuentro ahora...!
Apenas habla, pero sonríe sin
esfuerzo,
y camina, camina entre la gente,
seres extraños, extraviados como él.
Me está buscando. Lo sé porque yo
mismo
persigo pasos rápidos en esta noche
sin alma.
Lo sé porque mi pecho está vacío
y si no lo encuentro se llenará de la
infamia
que deambula en las esquinas de la
noche.
Me está buscando, lo sé,
y lo siento cerca porque puedo oir su
latido,
su pulso firme aunque ya lento.
Nos hemos encontrado a la puerta del
bar,
donde tantas veces se rindió al
susurro dulce
y a las caricias fugaces.
Aquí mismo, en este naufragio de neón,
hemos sucumbido a la mirada esquiva,
al pulso de unos ojos vidriosos;
nos entregamos sin pausa a un dolor
que habíamos confundido con la carne y
los besos.
Aquí estamos, me sonríe como quien
vuelve derrotado,
pero yo le recuerdo que está en su
casa,
en este pecho que tan poco caso le ha
hecho hasta ahora.
No me lo reprocha, pero sé que le
gustaría
vivir de otra manera, por eso se aleja
de mi
de vez en cuando, para recuperar la
cordura...
En los tiempos de la esperanza
Sevilla, 31 de julio de 2014
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