Mi nombre, dices, está seguro en tu
boca,
y lo compruebo al ver cómo lo
pronuncian tus labios.
Me llamas con este mote infantil que me
has inventado
y que sólo tú puedes decir. Cualquier
nombre
sonaría bien tu boca, y yo acudiría
igualmente
porque tú me inventas cada vez que me
nombras.
Me llamas con la mirada, con el gesto
indolente de tu mano,
me nombras de mil formas,
pero sólo tu boca conoce la fórmula
exacta: mi nombre.
En él me resumes, a él acudo,
con él voy a tu encuentro. Y lo
encuentro, luego, en tus labios.
Qué dulce suena mi nombre en tu boca,
pequeñas vocales repetidas, sin
sonidos duros,
sólo la ternura que pones me descubre
que estás diciendo mi nombre
aunque yo no te oiga, pero lo veo en
el movimiento de tus labios.
Y ahí está la magia de tu voz.
Vivo en tu voz, y tú lo sabes;
por eso esta mañana, al despedirte,
con un beso
pusiste mi nombre en mi boca junto a un
“adiós”
que sonaba hasta nunca. “Volveremos
a vernos...”,
dijiste tras la puerta que me impedía
ver tus labios.
No pude ver si ese nombre que
pronunciabas era el mío
o el de cualquier otro amante.
Son muchos los nombres que dice tu
boca,
lo sé, todos lo sabemos.
“Tu nombre está seguro en mi boca”,
me dices,
mientras cierras tu agenda con un
cuidado extremo,
como si alguna cita pudiera caerse de
ella.
Sí, lo sé, está seguro en tus labios
que nunca hablarán de nuestros
encuentros.
En tiempos nuevos
Sevilla, 15 de junio de 2014
Wow, esos amores secretos que dan para tantos y tantos buenos poemas. Precioso, querido Pepe, como siempre, eres un Maestro en esto de la Gaya Ciencia. Besos y comparto muy gustosa tan bello poema.
ResponderEliminar¡Qué sería de mis poemas sin tus comenarios! ¡Estaría huérfanos!
Eliminar👍👍👍👍👍👍👍👍
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