lunes, 15 de septiembre de 2014

Mírame

“Mírame”, así, de frente; “mírame sin sentir vergüenza,
y dime luego que un escalofrío recorre tu estómago
como si acabaras de tomar el amargo de toda una vida.”

“Mírame”, le dije, y dejó sus ojos olvidados por un instante
en esta carne que me duele, que me olvida
y me aleja de los veinte años. Fue sólo un instante,
y sus pupilas, amarillas de puro triste, llenaron el aire
con esa sabiduría que ya me había mostrado antes.

Esta vez, con sus ojos abriendo mi alma,
comprendí mi torpeza: no era vergüenza lo que descubrían sus ojos,
era mi soberbia herida, que ahora se rendía...

Tú estabas en tu sitio, y yo fuera de lugar.
“Mírame”, te pedía para confirmar que los años
seguían vivos ahora frente al mundo. Pero tus ojos
sólo vieron en mí al vencido, y luego
se cerraron piadosamente para no agrandar la herida.


Eran tiempos del dolor
Sevilla, a 25 de febrero de 2014

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