lunes, 15 de septiembre de 2014

Negarlo no puedo

Negarlo no puedo y mirar
para otro lado, tampoco. ¡Tan evidente
es tu presencia en mi vida! No puedo negarlo.
Pero el tiempo define límites imprecisos
para los días cobijados ya en la memoria.
¿Cuánto hace: un año, más?
¿Dura tu ausencia más que mi empeño en recordarte?
El tiempo me vence, cada mañana
sale victorioso del fondo de la noche
y me muestra tu sitio vacío en la cama.
Sólo tu huella, leve arruga en las sábanas,
como un recuerdo, con el peso suficiente
para no ahuyentar la luz que devuelve al mundo.
El tiempo me vence, me supera en prisas
y fechas que no reconozco ni me interesan.
Pero su pulso es firme, marcado
implacablemente por el paso de las horas.
Sólo me queda un reloj en marcha,
los demás los tiré a la basura el mismo día
que nos separamos. Sólo este corazón
cuenta los momentos vividos huérfano de todo;
sólo él lleva la cuenta de los días, las horas,
los minutos que murieron sin verte.
Este ser extraviado, perdido en sí mismo,
busca la ruta que le lleve a cualquier orilla
donde tenderse al sol y superar la muerte.
Este hombre que hoy daría su único reloj
por volver a verte vive ya la victoria del tiempo.
Sí, el tiempo me vence, me vence destruyéndome
y eso es poco elegante. Sobre las cenizas que me resumen
vivirá tu recuerdo, tu nombre, y los besos que nos dimos,
y el roce de tus manos, y ese mar inmenso
que era tu cuerpo - donde yo me sumergía tan a gusto.


Tiempos de esperanza
Sevilla, 12 de agosto de 2013

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