lunes, 15 de septiembre de 2014

No tardes

No tardes

El mundo estaba a la puerta de mi casa,
“No tardes” , oí decir a mi madre al salir,
mientras bajaba la escalera sin pisar los escalones.
Incontables se volvieron a mi vuelta, años más tarde.
Pero entonces, era fuerte la tentación de la calle,
de la edad, de los amigos, de conocer la vida
más allá de las faldas de la madre
y de la mirada austera del padre de familia.
Era mi afirmación: entregarme al mundo
renunciando a lo que hasta entonces me había sustentado.
Volaba a la calle como quien acude a sofocar un incendio,
marchaba sin planes, limpio de ideas y de dinero,
y mientras se agrandaba la brecha.

“Come algo más, que estás muy flaco, hijo”

Pero el mundo estaba allí, sonriendo,
dispuesto a devorarnos, y nos entregamos alegremente
al ir y venir de los días, al placer escondido en cualquier parte,
y pagamos un alto precio.

“Mira cómo vienes, anda arréglate un poco
que vas hecho un desastre”

Mira cómo vuelvo, Madre, y no espero tu perdón,
que tampoco lo pido; mira cómo vuelvo...
No soy aquel muchacho que huyó de tu vera,
no me castigues por tanto. Vuelvo a ti, hombre ya,
apaleado en batallas infames, con un sólo deseo:
cuando salga de tu casa (esto es: tu corazón)
dime siempre: “No tardes”.


Sevilla, a 20 de enero de 2014
En los tiempos del dolor


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