No tardes
El mundo estaba a la puerta de mi casa,
“No tardes” , oí decir a mi madre
al salir,
mientras bajaba la escalera sin pisar
los escalones.
Incontables se volvieron a mi vuelta,
años más tarde.
Pero entonces, era fuerte la tentación
de la calle,
de la edad, de los amigos, de conocer
la vida
más allá de las faldas de la madre
y de la mirada austera del padre de
familia.
Era mi afirmación: entregarme al mundo
renunciando a lo que hasta entonces me
había sustentado.
Volaba a la calle como quien acude a
sofocar un incendio,
marchaba sin planes, limpio de ideas y
de dinero,
y mientras se agrandaba la brecha.
“Come algo más, que estás muy
flaco, hijo”
Pero el mundo estaba allí, sonriendo,
dispuesto a devorarnos, y nos
entregamos alegremente
al ir y venir de los días, al placer
escondido en cualquier parte,
y pagamos un alto precio.
“Mira cómo vienes, anda arréglate
un poco
que vas hecho un desastre”
Mira cómo vuelvo, Madre, y no espero
tu perdón,
que tampoco lo pido; mira cómo
vuelvo...
No soy aquel muchacho que huyó de tu
vera,
no me castigues por tanto. Vuelvo a ti,
hombre ya,
apaleado en batallas infames, con un
sólo deseo:
cuando salga de tu casa (esto es: tu
corazón)
dime siempre: “No tardes”.
Sevilla, a 20 de enero de 2014
En los tiempos del dolor
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