“No tienes recuerdos” – me dirás
en unos días
cuando nos encontremos en algún lugar
del mundo,
o en algún momento de tu soledad más
inmediata.
“No, no tengo” – será la
respuesta adecuada,
y entonces podré amarte como si nunca
me hubieran herido,
y tú con tu abrazo menos fingido
rozarás este cuerpo frágil que tanto
te llama.
“No tienes recuerdos” –será tu
premisa insalvable
para el encuentro que desde ahora estoy
soñando.
“No, no tengo” – y será verdad,
nada queda
en la mitad de mi cerebro que vigila a
mi corazón
Vacié de contenido mi alma (si es que
la tengo),
y limpié concienzudamente mis ojos
para no volver a verte como antes,
para no volver a verme...
Quedó vacío mi corazón, y le costó
trabajo
desprenderse de tanto amor guardado
durante años.
Pero vuelvo a tu encuentro, y acepto
tus condiciones:
no tengo recuerdos, no vivo en la
memoria,
será como tú quieras. Pero un temor
se adentra
en esta carne que es pura ruina,
y hace temblar estas manos que habrán
de acariciarte.
“No tienes recuerdos” – me dirás
en unos días
cuando nos encontremos en algún lugar
del mundo,
o cuando yo detenga todos los relojes.
“No, no tengo”, pero es un alto
precio
y, aunque estoy dispuesto a pagarlo,
ni por un momento debo notar que todo
es falso,
que tu abrazo era calculado,
que nuestros besos esa noche estarán
comprados
al precio de olvidarme de mí mismo.
Siendo así, no me importa.
Sólo abracemos la noche,
el resto quedará en manos del alcohol
y de nuestra habilidad en la mentira.
En tiempos de esperanza
Sevilla, 21 de mayo de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario