Entro en la taberna
esquivando miradas y comentarios:
viejas navajas cotidianas.
Llego a mi rincón, lo ocupa un
extraño.
Maldigo mi existencia.
Alguien dice mi nombre al otro lado,
reconozco su voz. Me acerco.
“¿Fuiste a buscarla?”
No, no tuve cojones.
“Estás perdido...”
Si, lo estoy.
La charla se hunde en alcohol,
en citas desconocidas,
el personal nos mira con regocijo...
Entro en la taberna como quien sube al
altar
de un rito pagano de olvido y miseria.
Estoy en el centro de la fiesta,
seres miserables como yo mismo
apuran vasos miserables de inquina
y resentimiento.
Los conozco a todos. Y los perdono.
Sus vidas son tan repugnantes como la
mia,
no puedo saltar a la barra y pregonar
mentiras
que nadie creería...Ellos, en cambio,
me miran con burla, comentan,
saben de mi miseria, critican mi falta
de valor,
rien porque saben cuán fácil sería...
Pero, no tengo cojones...
tiempos de crudas verdades
Sevilla, a 21 de noviembre de 2014
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