miércoles, 4 de marzo de 2015

Me quedé a vivir en la luz

A mi amigo Luis de la Rosa,
quien me contó un día que “el dolor pesa
menos en alas de la luz”.


Sonríe la tarde,  de puro cansancio
la luz se inclina sobre el horizonte
y mi cuerpo se rinde al sueño.
Duele la carne, duele el tiempo
acumulado en los huesos y en el alma.
Entrego la conciencia a un dios ciego
refugio último donde esconderme del dolor.

Cuando llegue la muerte,
mi casa estará vacía: — las ventanas abiertas,
el suelo limpio, el aire fresco de la mañana
llenará el vacío que ha dejado el inquilino.
Yo no estaré allí, pero le veré llegar.
Recorrerá la casa, subirá hasta la azotea,
bajará a la cocina
y husmeará entre mi ropa y mis zapatos.
No me hallará.

Luego, sentada en el salón
junto al ventanal que da a la tarde,
esperará paciente mi llegada. Pero no iré.
No podré ir a su encuentro,
porque hace ya mucho que no vivo en esa casa.
Me quedé a vivir en la luz.

Pepe García Resille
Difícil diagnóstico...
Sevilla, 5 de marzo de 2012

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