Cuando se acercaba
el fin del mundo ya estaba yo esperándote,
siguiendo
de cerca tu llegada.
Tardabas
tanto que llegué a pensar en decir adiós al mar,
al
cielo, a la montaña que tantas veces cobijó mi sueño.
Tantas veces imaginé
que llegarías de improviso,
que
vendrías por lo imposible, que ahora –cuando el mundo agoniza-,
Y ya
sentía su final tanto como tu ausencia.
Te
esperaba, te esperaba en un momento como ése:
Es
decir, el de tu despedida.
No se
perdió la tierra bajo mis pies,
ni el
cielo se hizo irrespirable,
ni
los mares se secaron, simplemente te fuiste.
Ahí
acabó el mundo: intacto, completo, redondo, pero acabado.
¿Para
qué el mar? –tú ya no estabas.
¿Para
qué el tiempo, las cartas, los telegramas? –tú ya no estabas.
¿Para
qué el aire,
para
qué caminos y aeropuertos? –tú no vendrías.
Entonces
acabó el mundo. Oscuro, apagado, amenazante, muerto.
Cuando
presentía ese final
Cuando
tu ‘adiós’ puso fin a la Creación,
supe
que también yo había marchado contigo,
también
a mí me alcanzó tanta destrucción.
Te
escribo desde mis cenizas,
Ésas
que ahora vagan por cartas viejísimas, escritas desde siempre.
Vuelve,
el mundo te necesita, y yo te necesito aún más.
Pepe
García Resille
poemas
rescatados
Sevilla,
13 de abril de 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario