lunes, 20 de abril de 2015

Hablo con tus ojos

Hablo con tus ojos

Tengo tus ojos en el escritorio, detrás de los iconos,
ocupando toda la pantalla. Sólo tus ojos,
grandes y limpios, tanto que parecen transparentes,
suspendidos en el aire de esta tarde que nos acompaña.
Tanto azul no sería posible fuera de ellos,
sólo tus ojos son capaces de encerrar tanta luz
para regalarla luego con tu mirada, convertida ya en misterio...

Voy hacia ellos decidido a interrogarlos,
a pedirles que sean clementes conmigo al menos
hoy que tengo el corazón tan cansado de viajar
de un lado a otro de la nada. No podría hoy, tú bien lo sabes,
abandonarme a tanto tiempo consumido,
a tanta letra muerta como hay detrás de tu mirada.

Si detrás de este falso cielo de plasma estuvieras tú,
si contigo vinieran los días pasados cargados ahora de futuro,
correría tarde abajo para contarle al mundo que he vuelto a la vida.
Correría hacia la verdad que tus ojos me anuncian
hoy desde su perfecta quietud tecnológica.
Pero al fondo mismo de tu recuerdo
hoy congelado en un fichero informático,
vive la dura realidad que tanto me reprochan tus ojos.
Me vigilan, me invitan a salir al mundo.
Por eso los pusiste ahí, como señales duraderas,
como dos alertas permanentes que me avisan
del camino extraviado que voy siguiendo desde tu marcha.

Tanto abandono no podía tener otro final
que esta queja que ahora te regalo,
un regalo de rabia y de reproche.
El mismo reproche que tus ojos me lanzan
inclementes desde el día en que te marchaste.
Me vigilan y me recuerdan tu ausencia
con aquello que más amaba en ti: – tus ojos, precisamente.
Amaba y temía tu mirada tan alta,
tan incisiva, que al posarla sobre mi alma la abrías
con precisión para descubrir no sé qué misterios inventados por ti...
Quizá los celos, o tal vez la simple sospecha de los celos.
Dirigías tus ojos inmisericordes sobre mi pobre existencia,
frágil y miserable, vacía ya de tanto dedicarme a ti
olvidando que el mundo también me reclamaba.
Ahí va mi reproche. Queja amarga que comparto hoy contigo,
en esta soledad heredera de aquellos días gloriosos a tu lado.

'No es justo', me dicen tus ojos, que hablan por ti,
portavoces hoy de todo cuanto no me dices tú personalmente.
Lo sé, no es justo. Ellos saben lo que dicen porque lo vieron todo:
el amor que te tuve, el que me diste, el que nos entregamos
y el que dejamos morir despacio, casi sin darnos cuenta,
como quien olvida el paraguas en la cafetería...
Hablo con tus ojos para recordarte,
pero no te pido que vuelvas. Ya estoy acomodado
a esta nueva liturgia de buscarte
cada mañana en la pantalla del ordenador.
Hablo con tus ojos todos los días,
y ellos me cuentan todo lo que teje la culpa;
nuestra, sí, nuestra. Ellos me traen noticias tuyas,
que posiblemente yo me invento
y busco en esta Red que nos atrapa.
No sé si aún vives, que sólo me quedan tus ojos siempre
vigilantes en esta búsqueda sin sentido que emprendo cada mañana...

No fueron aquellos ojos del escritorio
sino la webcam la que alertó a la familia.
Llegó la ambulancia, y encontraron al amante internauta
sentado ante el ordenador con la cabeza sobre el teclado;
su relato se había interrumpido, había enlazado
con una página remota desde la cual ella le hablaba
y le proponía un encuentro...

Pepe García Resille
poemas rescatados
Sevilla, 20 de abril de 2015

1 comentario:

  1. Una historia, la que cuenta tu poema, que es muy de hoy, y de la que muchos sabemos por experiencia propia. Esos amores lejanos, que se enquistan en el alma como esos ojos de tu escritorio cibernético, y que destruyen parejas consideradas ejemplares, y que rompen corazones y hasta acaban con alguna que otra vida, porque nada hay que deseemos tanto como amar aquello que no conocermos de verdad e imaginamos. Y cuando tenemos la oportunidad de estar realmente ante esos ojos, caemos rendidos, pero después de algunos encuentros, cuando ya por fin sabemos cómo es la retina que palpita tras la dulce pupila, nos percatamos de que quizás no todo era tan mágico como habíamos ideado, porque nos enamoramos de nuestras propias proyecciones, de nuestro propio anhelo de ser amados.
    Tu poema resume tu vivencia y la de tantos, incluso la mía. Yo tampoco sé si aquellos ojos que amé viven ya o no, pero a decir verdad, ya dejó de importarme.
    Besos, Poeta, comparto esta joya, con sumo gusto, por supuesto.

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