Hablo con tus ojos
Tengo tus ojos en el escritorio, detrás de los iconos,
Tengo tus ojos en el escritorio, detrás de los iconos,
ocupando toda la pantalla.
Sólo tus ojos,
grandes y limpios, tanto que
parecen transparentes,
suspendidos en el aire de
esta tarde que nos acompaña.
Tanto azul no sería posible
fuera de ellos,
sólo tus ojos son capaces
de encerrar tanta luz
para regalarla luego con tu
mirada, convertida ya en misterio...
Voy hacia ellos decidido a interrogarlos,
Voy hacia ellos decidido a interrogarlos,
a pedirles que sean
clementes conmigo al menos
hoy que tengo el corazón
tan cansado de viajar
de un lado a otro de la
nada. No podría hoy, tú bien lo sabes,
abandonarme a tanto tiempo
consumido,
a tanta letra muerta como
hay detrás de tu mirada.
Si detrás de este falso cielo de plasma estuvieras tú,
Si detrás de este falso cielo de plasma estuvieras tú,
si contigo vinieran los días
pasados cargados ahora de futuro,
correría tarde abajo para
contarle al mundo que he vuelto a la vida.
Correría hacia la verdad
que tus ojos me anuncian
hoy desde su perfecta
quietud tecnológica.
Pero al fondo mismo de tu recuerdo
Pero al fondo mismo de tu recuerdo
hoy congelado en un fichero
informático,
vive la dura realidad que
tanto me reprochan tus ojos.
Me vigilan, me invitan a
salir al mundo.
Por eso los pusiste ahí,
como señales duraderas,
como dos alertas
permanentes que me avisan
del camino extraviado que
voy siguiendo desde tu marcha.
Tanto abandono no podía tener otro final
Tanto abandono no podía tener otro final
que esta queja que ahora te
regalo,
un regalo de rabia y de
reproche.
El mismo reproche que tus
ojos me lanzan
inclementes desde el día en
que te marchaste.
Me vigilan y me recuerdan tu
ausencia
con aquello que más amaba
en ti: – tus ojos, precisamente.
Amaba y temía tu mirada tan
alta,
tan incisiva, que al posarla
sobre mi alma la abrías
con precisión para
descubrir no sé qué misterios inventados por ti...
Quizá los celos, o tal vez
la simple sospecha de los celos.
Dirigías tus ojos
inmisericordes sobre mi pobre existencia,
frágil y miserable, vacía
ya de tanto dedicarme a ti
olvidando que el mundo
también me reclamaba.
Ahí va mi reproche. Queja
amarga que comparto hoy contigo,
en esta soledad heredera de
aquellos días gloriosos a tu lado.
'No es justo', me dicen tus ojos, que hablan por ti,
'No es justo', me dicen tus ojos, que hablan por ti,
portavoces hoy de todo
cuanto no me dices tú personalmente.
Lo sé, no es justo. Ellos
saben lo que dicen porque lo vieron todo:
el amor que te tuve, el que
me diste, el que nos entregamos
y el que dejamos morir
despacio, casi sin darnos cuenta,
como quien olvida el
paraguas en la cafetería...
Hablo con tus ojos para
recordarte,
pero no te pido que vuelvas.
Ya estoy acomodado
a esta nueva liturgia de
buscarte
cada mañana en la pantalla
del ordenador.
Hablo con tus ojos todos los
días,
y ellos me cuentan todo lo
que teje la culpa;
nuestra, sí, nuestra. Ellos
me traen noticias tuyas,
que posiblemente yo me
invento
y busco en esta Red que nos
atrapa.
No sé si aún vives, que
sólo me quedan tus ojos siempre
vigilantes en esta búsqueda
sin sentido que emprendo cada mañana...
No fueron aquellos ojos del escritorio
No fueron aquellos ojos del escritorio
sino la webcam la que
alertó a la familia.
Llegó la ambulancia, y
encontraron al amante internauta
sentado ante el ordenador
con la cabeza sobre el teclado;
su relato se había
interrumpido, había enlazado
con una página remota desde
la cual ella le hablaba
y le proponía un
encuentro...
Pepe García Resille
Pepe García Resille
poemas rescatados
Sevilla, 20 de abril de 2015
Una historia, la que cuenta tu poema, que es muy de hoy, y de la que muchos sabemos por experiencia propia. Esos amores lejanos, que se enquistan en el alma como esos ojos de tu escritorio cibernético, y que destruyen parejas consideradas ejemplares, y que rompen corazones y hasta acaban con alguna que otra vida, porque nada hay que deseemos tanto como amar aquello que no conocermos de verdad e imaginamos. Y cuando tenemos la oportunidad de estar realmente ante esos ojos, caemos rendidos, pero después de algunos encuentros, cuando ya por fin sabemos cómo es la retina que palpita tras la dulce pupila, nos percatamos de que quizás no todo era tan mágico como habíamos ideado, porque nos enamoramos de nuestras propias proyecciones, de nuestro propio anhelo de ser amados.
ResponderEliminarTu poema resume tu vivencia y la de tantos, incluso la mía. Yo tampoco sé si aquellos ojos que amé viven ya o no, pero a decir verdad, ya dejó de importarme.
Besos, Poeta, comparto esta joya, con sumo gusto, por supuesto.