jueves, 30 de abril de 2015

Te he visto alta, distante

Te he visto, alta, distante, con el aire
de quien contempla el mundo desde fuera...
Eras tú, lo sé.
Medías la distancia entre la luz de tu horizonte
y esta vela encendida en mitad de mi noche.
No te lo reprocho. El amor es así. Y lo comprendo.
Pero esa distancia me hacía verte cada vez más lejana;
más pequeña a la vista de un hombre
que solo tiene ojos para ti.
No me mires desde esa distancia,
acércate a mí, siente mi respiración,
cuenta los saltos que da mi corazón al verte,
no me mires desde tanta distancia.
Acércate, siente el calor de esta piel
ya seca sin tus caricias.
Acércate, mira esta carne hoy otra vez inocente
que espera el momento del gran pecado,
el que tú me propones y yo no puedo negar.
Ven, por favor, ven, acércate a mi orilla
donde quiero dejar todos mis reproches,
donde morirán los recuerdos,
donde ni siquiera yo mismo dejaré una huella...
Ven, por favor, ven, acércate a mi ser más primitivo,
al que no tiene memoria, al que no tiene pasado.
Acércate a este momento que tengo ahora,
que mañana nadie sabe...
Te he visto tan alta, tan de lejos,
que me duelen los ojos de adivinarte.
Pero, ven, acércate a mí, mira en el fondo de mis ojos
y comprende que tu noche no es más que mi recuerdo.
Yo puedo ser el remedio para esta soledad que te rodea
y quieres olvidar en cualquier estación de tren,
o en cualquier esquina donde yo no te espere.
Ven, por favor, acércate a mí
y dime todas las mentiras del mundo,
yo las creeré a ciegas.

En los tiempos de la esperanza
Sevilla, mayo 2014

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