domingo, 5 de julio de 2015

La Casa Amarilla

 Dedicado a Ianus Bröönco, amigo y hermano.
"Porque yo sentí que mi alma y la suya no era más que una en dos cuerpos" (San Agustín, Confesiones, libro IV- cap. 6)
"Qui duo corporibus mentibus unus erant" (Ovidio, Tristes, IV, 4, 72)


Habitado de luz, pero vacío, viajo
sosteniendo el aire que se antoja lleno de promesas.
Acudo a tu encuentro con los ojos encendidos
buscando una señal, la ruta
que tú habías trazado con la palabra exacta.
Foto. Ianus Bröönco
Recorro la memoria
que me habla con una ternura que duele,
y su mensaje me trae hasta tí,
al lugar por ti señalado en este mapa ciego
que guardo en el bolsillo. Todo está claro,
voy por buen camino. Con paso firme
me acerco al hogar perdido, donde un día habitó la palabra
y que ahora respira un silencio doloroso
que brota de la tierra.
Vacío, ligero como el aire de la mañana,
mi viaje se estremece cuando llega a su fin.

'Es aquí`, me dice el tiempo, 'ésta es la casa,
aquí vivieron los versos y las dudas,
aquí la lucidez soñaba con la eternidad cotidiana,
aquí escribía el soñador de sueños,
el hacedor de música mínima,
audible sólo con pentagrama de versos'.

No puede ser, ésta no es la Casa Amarilla,
que sólo dos ojos como ventanas me miran desde su ruina.
No, no es aquí, ¿dónde fueron sus inquilinos?
¿Por qué los muros sólo sostienen el aire
y el campo inunda su interior?
¿Por qué está en ruinas la Casa Amarilla?,
¿por qué este abandono?
Saco el mapa y compruebo que este lugar
es sólo un punto de partida...Y, habitado de luz,
me dispongo a otro viaje;
rendido a la esperanza, me despido
de la Casa Amarilla de Arlés.

Pepe García Resille
Caminar, caminar siempre
Sevilla, 5 de julio de 2015

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