“Indolente, dormías como un animal
dócil,
ajeno al mundo y sus estragos.
Contemplaba
tu cuerpo desnudo, bajo esta mañana
tibia de marzo.
Vencido, el sueño te llevó a tu ser
más intimo,
y yo por puro gozo me quedé a tu lado
para velar tu sueño”.
Mientras hablabas,
Mientras hablabas,
perplejo, escuchaba tu voz y la
sorpresa
me aceleraba el pulso.
Qué habrá visto en mí, me
preguntaba,
y tu respuesta llegó pronta
por haber adivinado mi pensamiento...
“Indefenso, tiernamente indefenso,
te he visto mientras dormias. Y me
quedé contigo
esperando este momento en que vuelves
a poner tus ojos, tu voz y tus manos
sobre este sueño que me regalas”.
Mi asombro sigue en aumento,
no comprendía tus palabras,
quizá aún soñaba...
“Fue tu fragilidad lo que me ha
mantenido
a tu lado; por tu fragilidad
nunca me separaré de tí”.
Avergonzado, pero orgulloso,
acudí a tus labios y mis manos
se apresuraron al abrazo,
y mi corazón ya sabe que no hay
refugio
más seguro esta boca tuya
que descubre mi debilidad más
profunda.
Gracias, compañera.
Pepe Garcia Resille
tiempos nuevos
Sevilla, 12 de enero de 2015
Que regalo tan hermoso traen "esas" mañanas...
ResponderEliminarPrecioso Pepe.
Un abrazo.
Muchas gracias, Yayone...son palabras muy amables, más de lo que merecen mis letras.
EliminarUna de las cosas más placenteras de esta vida es, ver al ser amado durmiendo plácidamente ¿verdad maestro? salud
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