Bajo tus ojos se guardan la luz y la
paz que me faltan,
no es sólo tu mirada, es mi pulso al
hablar,
mi paso cuando camino. Es mi sueño.
Todo eso en tus ojos. Por eso,
ahora, ciego porque tú ya no ves para
mí,
apenas hablo y casi nunca salgo a
pasear.
Tengo miedo a tropezar con otros ojos
que no sean los tuyos,
ahora, compañera, la calle es
peligrosa.
Y el mundo es sólo un murmullo oscuro.
Todavía te escribo porque no duda
ni tiembla mi mano sobre el papel.
Sólamente
después de ese punto y aparte, me paro
un poco.
Me detengo cuando al punto en tú
dejaste de mirarme
y se te fue la vida tras un sueño.
Te fuiste con ese sueño. Desde
entonces
apenas hablo, tampoco leo ni escribo.
Sólo de vez en cuando,
compañera, el tiempo me obliga
a recordarte: hace dos años, tres días
y media hora...
Como ves, mi calendario sigue
fielmente agrandando tu ausencia.
¿Cómo guardarte rencor por eso?
Debe ser hermoso correr tras un sueño,
y alcanzarlo;
y caminar con él y, por él, soñar
que vives.
Lo que siento es no ser yo tu sueño.
Sin embargo,
sigue soñando, compañera.
poemas rescatados
Sevilla
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