Y tú me dices que me expongo, que me
vendo en la Red,
que mi corazón se airea en todos los
tendederos del mundo,
que no me queda pudor al ventear el
dolor
que, según tú, debería rumiar en mi
rincón
oculto a la vista de todos. Vivir el
cáncer que me devora
en silencio, a escondidas, como si
fuera
una enfermedad vergonzosa...
Y tú me dices que te avergüenza ver
mi dolor
convertido en basura cibernética,
pasto de la infamia que gobierna el
mundo …
Y tú me dices que te duele
ver esta angustia que me hiela la
sangre
corriendo por los mentideros
informáticos,
que te asusta contemplar mi queja
llevada por la marea de la fibra óptica
de una esquina a otra de la nada...
Y tú me llenas los ojos de lágrimas
al decir que prostituyo mi integridad
intelectual
en las aceras más oscuras de la Red.
Y tú dices que te duele contemplar
mi ruina a la vista del mundo...
Y yo te digo que sí, que tienes razón,
que me expongo, que me vendo en la Red,
que mi corazón pasea por ella
vagabundo,
que no hay buzón de correos donde no
haya dejado una nota:
“Necesito ayuda”.
Y yo te digo: ¿dónde estabas tú?
Y yo te digo: “sí, me expongo, me
cuento,
cuento al mundo que el dolor me roe el
alma,
que algunas mañanas no las cambio ni
por la mayor gloria de dios,
que hay noches amargas como el olvido.
Como ese olvido tuyo
tan inexplicable como cierto.
Y tú me dices que no debí abrir mi
corazón
a tanta gente, a tanta mirada insana...
Y yo te digo: mi corazón siempre fue
una puerta abierta
a tu deseo, a tu mirada, a tu
complicidad.
Y este corazón que tanto maltratas hoy
dice, sin permiso mio, que todavía te
está esperando.
En tiempos de la esperanza
Sevilla, mayo de 2014
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