lunes, 15 de septiembre de 2014

¡Qué puedo decir!

Qué puedo decir de nuestro encuentro de ayer...
Si la historia lo permite, diría que ahí comienzan
las edades del mundo...todo porque tú,
en un capricho tuyo, habías decidido que sólo mi vida era importante
y esa noche mi vida era una cita entre muchas.
Lo sabía, sí, lo sabía. Y aún así, me entregué
dócil como el amante olvidado
al juego de tu deseo. No imaginaba
cuánta ilusión tendría que poner sobre la mesa
para pagar el fabuloso rescate de tu ausencia.
Lo pagaría mil veces.
Y llegaste tú a la hora convenida en todos los relojes,
y todas las tardes no fueron nada
al saber que descansarías conmigo
cuando el amor nos agotara.
Aquí está mi ternura, te dije,
aquí tienes mi caricia –te rozaba el alma--,
y aquí tienes a este ser que te adora
pero no sabe explicarse.
Y sé que una duda se asomó a tus ojos,
como inadvertida, pero pude verla.
Esta carne que ardería en mil hogueras
con sólo una palabra tuya
se rindió a tu pasión, al tacto exigente de tus manos,
a la voz que tantas veces hirió mi corazón...
pero ayer no, no. Anoche, tu voz no tenía dueño,
no venía del fondo de tu alma: --era mi corazón
quien recitaba pensamientos tuyos.
Tú ya te habias marchado, como sueles,
dejando la bandeja del café sobre la alfombra
y un cenicero llenos de recuerdos malolientes.
No eres el amor de mi vida,
tampoco yo contaré viejas historia en el porche de tu casa.
Pero estos encuentros clandestinos
ponen en evidencia que el amor va
y viene cuando quiere,
pero siempre de nuestra mano.

En tiempos de la ilusión
Sevilla, mayo de 2014

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