Con mucho esmero rompí la sentencia
y guardé los trozos en un bolsillo.
Volvía de la muerte.
Apenas pisaban la acera mis pies
y mi corazón iba por delante.
¡Qué lejos los hospitales,
las horas interminables, el celo
enfermizo de médicos y enfermeras,
el olor incansable y estéril...! ¡Qué
lejos ya todo!
Volvía de la muerte prevista en
gráficos y diagnósticos,
volvía a la calle, al calor de mi
casa.
Me sentía feliz, cruzaba miradas
furtivas
en las aceras, mientras mi corazón
trazaba ya
citas imposibles y encuentros
olvidados.
Todo era urgente, la vida ya no estaba
enferma, ni mi corazón volaba
angustiado en ambulancias.
Volvía de la muerte, y lo sabía.
Era feliz como pocas veces lo había
sido,
y pensé en ti como si me faltara la
vida
– tan recién conquistada. Iba en tu
busca
como el preso espera el primer abrazo
en la calle...
Era feliz porque volvía de la muerte
y nada mejor entonces que volver a
encontrarte,
nada mejor que un beso tuyo,
nada mejor que este abrazo
que confirma que Pepe está vivo,
aunque guarda la sentencia en un
bolsillo.
hoy, tiempo de esperanza.
Sevilla, 11 de junio de 2014
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