Desde dentro el dolor llega
a la conciencia por los poros de la
piel,
lo sé porque estoy sudando.
Un ligero temblor me mueves los labios,
secos por el miedo.
En su recorrido triunfal y sin sentido,
destruye los huesos y diluye la carne.
Y llega hasta la piel, y allí se
desparrama
como veneno ciego que mata a su
alquimista.
Tengo la conciencia a flor de piel,
y en este delirio el dolor es agua que
fluye .
Nada a salvo, ni siquiera esta queja
dura lo suficiente. Nada resiste.
Sólo dolor sin concesiones,
respiro despacio, sudo intensamente.
El dolor me inunda, besa mi cuerpo
con dulzura asesina. Me abraza
con la ternura propia del verdugo.
Respiro despacio, “respira despacio,
dice el Zen, y lograrás la calma que
tanto necesitas”.
Es muy de noche, no cuento las horas,
un ligero temblor en los párpados me
despierta
había perdido la conciencia.
Cuando despierto
ya está brotando de nuevo
asesinando el día, la risa, el
futuro,
y el último recuerdo que conservo
de cuando estaba sano.
En los tiempos del dolor
Sevilla, 18 de agosto de 2014
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