y se detuvo a la puerta de la
inocencia,
fue un instante: justo antes de salir
de la niñez.
Se estremecieron mis poco años, y
pronto comprendí
que el tiempo no tiene pausas, ni
esperas,
ni treguas, ni volvemos a empezar...
La inocencia continuó su camino –que
ya no era el mío--,
y los años se burlaban de mi cara de
niño.
No sé dónde, ni en qué momento, me
llegó el exilio
de mi auténtica patria: mi infancia.
Me encontré
en otro mundo, con otros seres perdidos
como yo;
hombres y mujeres que deambulaban entre
un ayer reciente
y un futuro recién programado tan
vacío de contenido
como de consistencia. No había tal
futuro.
Era un engaño, una fórmula
inexplicable
que combinaba esperanza con alquimia,
deseo con impaciencia, amor y gozo,
todo en un encantamiento efímero y
poderoso.
Tanto que extendió su efecto hasta que
el tiempo
volvió a preguntar: ¿quieres una
tregua?
Entonces, ya no había tiempo para
nada,
ni siquiera para una falsa tregua
como aquella que amputó la inocencia
como si de una rama seca de mi vida se
tratara.
Después de aquello, la vida se mostró
como siempre había sido: cruel,
salvaje y deslenguada.
Y yo continuaba mirándola con ojos de
niño,
con ojos de asombro de un hombre que no
quiere crecer...
El tiempo volvió a
preguntarme:¿quieres una tregua?
No -le respondí-, ya todo lo que me
sobra es tiempo.
Mas maera, que esto no acaba aquí
Sevilla, 24 de marzo de 2014
Un poema duro y contundente, como lo es la vida misma, que siempre ha sido, es, y será, cruel, salvaje, deslenguada... Acres versos escritos con pluma certera y desgarrada.
ResponderEliminarComparto, querido Pepe, ye me alegra que ya hayas empezado también a compartir desde tu blog, así lo darás a conocer.
Besos y feliz fin de semana.
Querida Argonauta, leo tu comentario con cierta confusión pues me parece elogio inmerecido...Gracias. Seguiremos en contacto en La Mar de Letras...un abrazo.
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