El tiempo está tras la puerta, y
espera,
lleva toda la vida esperando.
El hombre no puede abrirla, y espera,
a nadie, a nada en concreto. Sólo
espera.
Realmente, nada a este lado le retiene,
no hay ataduras antiguas, ni fotos
amarillas
en su mísero cuarto...Sólo espera.
Vive su perplejidad, un vacio cotidiano
que sabe a olvido verde sobre el pan
duro.
Desde hace años sus pasos no van más
allá,
no salen a la calle. Su boca no saluda
a los vecinos,
su sonrisa la saca a pasear ante el
espejo
mientras se afeita por la mañana.
Va y viene de un rincón a otro de la
habitación
pero no sale, no abre la puerta.
Y el tiempo le espera sentado frente a
su casa.
El hombre está cansado, agotado de
tiempo,
de rumiar pasados y beber futuros
imposibles.
Debe estar enfermo.
El tiempo espera tras la puerta.
Esta mañana, el tiempo duró unos
minutos tan sólo:
lo justo para sacar su ataud hasta el
coche.
Frente a la casa, el tiempo tomaba café
y sonreía en medio de los deudos.
Tiempos de desolación
Sevilla, 8 de septiembre de 2014
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