Los sueños duermen en las
horas estériles,
aprovechan el tiempo
perdido, la ausencias, las soledades inquietantes.
Mientras el mundo se
agite,
mientras se alce la mañana
como una promesa,
tiene el hombre el deber
de no dormir, de no soñar.
Debo estar despierto, que
el sueño no pueda conmigo,
bastante es que tú me
hayas olvidado
para que, además, me
quede dormido...
Así, con los ojos muy
abiertos,
con la vista puesta en tu
ausencia,
quiero permanecer
despierto, siempre inmóvil
por si acaso volvieras,
que no me pierda ese momento
¡el único importante!
poemas rescatados
Sevilla, 11 septiembre
2008
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