Todo salió mal.
Se conjuraron el tiempo y sus olvidos,
la rabia y sus miserias, la
incomprensión
atada en corto al egoísmo, todo
parecía estar convocado aquella
tarde.
¿cómo no vimos lo estúpido de
aquella tarde,
cómo fuimos tan atolondrados?
Reproches, palabras que salían por la
boca
traidas por un temor antiguo,
y una suerte de venganza mal
disimulada,
nos hicieron cerrar la puerta
y, lo que era peor, cerrar para siempre
el paso a la ternura, al gesto amable,
a la caricia gratuita, al abrazo
interminable...
Yo busqué luego el reencuentro,
rumié mi fracaso y borré para siempre
tu recuerdo, tu voz, tu risa...
Tu risa, amada mía, la risa que me
regalabas
y me entregabas luego entre tus labios.
Tu risa, tu beso siempre cicatero
pero siempre bienvenido...Lo buscaba,
procuraba un descuido tuyo
para buscar en tu boca la vida que me
faltaba,
y bebía en ella para aplacar la sed
que me quemaba el alma;
volvía a tus labios, como quien busca
el aire,
como si me faltara la sangre...y tu
boca me salvaba,
me besabas y ya podía volver al mundo
seguro de que por un momento seguiría
vivo.
Luego, aquella tarde, el mundo se
volvió absurdo,
inexplicable, innecesario. ¿Para qué,
si tú no habitabas mis días?
¿Para qué las calles y las gentes,
los cines y los conciertos,
¿Cómo no vimos lo estúpido de
aquella tarde?
Tiempos difíciles
Sevilla, 7 de junio de 2014
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