No
viviré ya más, no podría aunque quisiera;
no
estarían las horas dispuestas a seguir
marcando
el pulso de un corazón tan cansado como el mío.
Cansado,
sí, y desorientado también. Este corazón mío
enfermó
de pura torpeza, o quizá fue por no saber
distinguir
entre tu recuerdo y tu presencia cierta...
Se
confundió, así, durante mucho tiempo;
durante
aquellas tardes interminables cuando creía ver tu cuerpo
descansado,
a la sombra de la siesta, y no era otra cosa que mi deseo.
Acabó
perdido, y con él también yo acabé perdido;
por
eso no puedo ahora seguir vivo.
Tampoco
quiero.
Poemas
rescatados
Sevilla,
29 de febrero de 2008
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