domingo, 14 de septiembre de 2014

Acércate

Acércate

“Acércate” me dices al oído, “ven”, como si tu voz
bajara del centro mismo de la galaxia. No me resisto,
y pongo mis sentidos bajo tu piel, y mi corazón a tus pies
y mi conciencia expuesta a tus caprichos...
No me pesa, quiero hacerlo, quiero acercarme tanto a tu deseo
que hierve mi cerebro como el fósforo: bastaría un roce,
una ligera nota de tu lengua para que todo mi ser fuera combustión espontánea.
Muerto ya, cenizas sobre las sábanas, seguiría siendo el rescoldo
que quemaría mis sueños. Y tú, alta en la alta noche, contemplando mi ruina,
sonreirías más allá de la madrugada que ahora nos protege.
Pero aun no; aún es pronto: déjame contemplar tu obra,
déjame sentir el veneno que me preparas.
Luego, cuando tú quieras, puedes acabar con este fuego
que has prendido. Haz lo que quieras.
Quiero hacerlo, quiero ser tu deseo y acabar con él.
Quiero hacerlo, y que seas tú quien siembre el último suspiro,
ardiendo ya hacia la nada, en este montón de huesos doloridos.
Huesos, sí, pero aún más: sostenían el mundo
sobre el cual tú paseabas tu indolencia, creyéndote ajena
a este amor que ahora me sobrevive, y que será tu sombra.
No me pesa, no es una pesada herencia lo que te dejo;
es sólo que este amor que ahora te doy
no puede ser desactivado por la sola muerte de quien te ama: yo mismo.
Seguirá latiendo como un pulsar en ese punto
de tu conciencia donde se unen todos los malos instintos.
Allí, su luz, su calor, crearán una tensión luminosa
que llenará tus días, y también mis noches.

Sevilla, más maera
24 de febrero de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario