Acércate
“Acércate” me dices al oído,
“ven”, como si tu voz
bajara del centro mismo de la galaxia.
No me resisto,
y pongo mis sentidos bajo tu piel, y mi
corazón a tus pies
y mi conciencia expuesta a tus
caprichos...
No me pesa, quiero hacerlo, quiero
acercarme tanto a tu deseo
que hierve mi cerebro como el fósforo:
bastaría un roce,
una ligera nota de tu lengua para que
todo mi ser fuera combustión espontánea.
Muerto ya, cenizas sobre las sábanas,
seguiría siendo el rescoldo
que quemaría mis sueños. Y tú, alta
en la alta noche, contemplando mi ruina,
sonreirías más allá de la madrugada
que ahora nos protege.
Pero aun no; aún es pronto: déjame
contemplar tu obra,
déjame sentir el veneno que me
preparas.
Luego, cuando tú quieras, puedes
acabar con este fuego
que has prendido. Haz lo que quieras.
Quiero hacerlo, quiero ser tu deseo y
acabar con él.
Quiero hacerlo, y que seas tú quien
siembre el último suspiro,
ardiendo ya hacia la nada, en este
montón de huesos doloridos.
Huesos, sí, pero aún más: sostenían
el mundo
sobre el cual tú paseabas tu
indolencia, creyéndote ajena
a este amor que ahora me sobrevive, y
que será tu sombra.
No me pesa, no es una pesada herencia
lo que te dejo;
es sólo que este amor que ahora te doy
no puede ser desactivado por la sola
muerte de quien te ama: yo mismo.
Seguirá latiendo como un pulsar en ese
punto
de tu conciencia donde se unen todos
los malos instintos.
Allí, su luz, su calor, crearán una
tensión luminosa
que llenará tus días, y también mis
noches.
Sevilla, más maera
24 de febrero de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario