Apoyé la cabeza
Apoyé la cabeza sobre la puerta,
mientras echaba el cerrojo al corazón
y un llanto mudo seguía tus pasos
hacia la calle.
ayer cuando te esperaba, y ahora cuando
ya no importan
los calendarios, ni las citas en todas
las esquinas del mundo.
Todo estaba en su sitio: tú en tu
vida,
yo con mis rutinas. Y de pronto, tú
entre mis ruinas.
No podías veme así, no, no debías
presenciar tanta miseria;
me recordabas joven, con más ansia
que vigor
en un cuerpo frágil. Me conociste más
joven,
ligero de carne y con la pasión por
encima de mi mismo.
No importaba, lo superaba todo aquel
amor que tú
compartías con este saco de huesos y
rencores.
Todo estaba en su sitio: tú, alta ya
en la vida conquistada,
y yo en mi casa, tras esta puerta que
me cierra al mundo.
Este mundo que ahora huye contigo
dejándome más huérfano si cabe. No
podías verme así,
no me perdonaba tu presencia ante este
dolor
que me consume. Pero acudiste a la
cita, puntual,
llegaste como sólo tú sabrías: con
un beso que sabía a sangre.
y este escalofrío que me recorre y me
estremece.
Tu abrazo cerró el tiempo,
tus besos abrían mi cuerpo, seco de
esperar esta lluvia
que ahora traía tu boca...
Y ahora, dejo caer la cabeza sobre la
puerta
sabiendo que al echar la llave
será para siempre este adiós que no
has querido darme.
Sevilla, a 8 de enero de 2014
En los tiempos del dolor
No hay comentarios:
Publicar un comentario