domingo, 14 de septiembre de 2014

Apoyé la cabeza

Apoyé la cabeza

Apoyé la cabeza sobre la puerta,
mientras echaba el cerrojo al corazón
y un llanto mudo seguía tus pasos hacia la calle.
Tu marcha abrió el tiempo en dos:
ayer cuando te esperaba, y ahora cuando ya no importan
los calendarios, ni las citas en todas las esquinas del mundo.
Todo estaba en su sitio: tú en tu vida,
yo con mis rutinas. Y de pronto, tú entre mis ruinas.
No podías veme así, no, no debías presenciar tanta miseria;
me recordabas joven, con más ansia que vigor
en un cuerpo frágil. Me conociste más joven,
ligero de carne y con la pasión por encima de mi mismo.
No importaba, lo superaba todo aquel amor que tú
compartías con este saco de huesos y rencores.
Todo estaba en su sitio: tú, alta ya en la vida conquistada,
y yo en mi casa, tras esta puerta que me cierra al mundo.
Este mundo que ahora huye contigo
dejándome más huérfano si cabe. No podías verme así,
no me perdonaba tu presencia ante este dolor
que me consume. Pero acudiste a la cita, puntual,
llegaste como sólo tú sabrías: con un beso que sabía a sangre.
y este escalofrío que me recorre y me estremece.
Tu abrazo cerró el tiempo,
tus besos abrían mi cuerpo, seco de esperar esta lluvia
que ahora traía tu boca...
Y ahora, dejo caer la cabeza sobre la puerta
sabiendo que al echar la llave
será para siempre este adiós que no has querido darme.


Sevilla, a 8 de enero de 2014
En los tiempos del dolor

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