sábado, 13 de septiembre de 2014

Duda insoportable

Duda insoportable

Nunca llegué a la altura de tus ojos
-siempre altísimos y lejanos-;
tampoco supe comprender el influjo mágico de tu mirada;
pero, cuando me mirabas, desatabas las dudas
que poblaban mi alma y mi memoria,
todas las verdades terribles se conjuraban para aniquilarme.
No supe descifrar el misterioso lenguaje de tus ojos,
esculpiendo culpas y temores sobre mi piel;
me mirabas y abrías heridas;
apartabas de mi tus ojos y sentía un olvido inconsolable.
No pude aguantar el pulso de tus ojos
desnudándome con la certeza de la luz que salía de ellos;
tu mirada palpaba mi alma, abría puertas y ventanas
allí donde el tiempo y el olvido habían echado la llave.
Me veía indefenso, al descubierto, y tú sin hablar siquiera;
te bastaba con mirarme, tampoco hacía falta que yo te respondiera.
Sólo tus ojos, sólo eso. Así aprendías de mí,
descubrías mi ser y lo extendías ante tu curiosidad de mujer celosa.
Pero yo te amaba, y aceptaba aquel escrutinio silencioso;
me parecía injusto que interrogaras de esa manera
a quien ningún mal te hacía...Pero la verdad quedaba al descubierto,
mi inocencia era lo último que encontraban tus ojos en mi corazón,
cuando ya lo habías rastreado todo,
cuando hasta la última célula de mi cerebro
te había respondido que no, que no, que no,
que no había en mí engaño alguno. Allí encontrabas mi inocencia,
algo temerosa de tí, escondida de tu mirada,
alerta ante el ataque inclemente de tus ojos.
Me mirabas y abrías mi carne, mientra yo, desnudo,
sin otro recurso que mi inocencia,
esperaba paciente el fin de tanta búsqueda.
Luego, vuelta tú a tus dudas nunca despejadas,
me ofrecías tu voz;
y tu voz entonces, como el mejor de los bálsamos,
iba cerrando heridas,
suavizando mi dolor, y yo -ya recompuesto mi ser-
volvía a repetirte: ‘sólo te quiero a tí’.


Sevilla, 18 agosto de 2012
pepegarciaresille@gmail.com


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