El
tiempo tiene tu cara, pero no tus ojos;
se
parece a tí cuando duermes.
Se
detiene, se remansa en las horas tiernas de la tarde.
El
tiempo es tuyo, te pertenece,
y tú lo administras a tu
antojo: hoy,
me das unas horas de vida;
mañana,
me dejarás sólo unos minutos;
ayer,
ni viví siquiera; y más adelante, quién sabe...
Vivo
de miserias, de limosnas tuyas, de minutos contados
que
me regalas cuando te apetece. Yo veo el tiempo en tu cara,
lo
encuentro en tus manos, ¡te sobra el tiempo!
Pero me dedicas poco...
No
está en tus ojos, que sólo miran la eternidad misma,
que
no me miran ni me ven.
No,
en tus ojos no está el tiempo;
lo
llevas guardado en tu boca,
el
tiempo fluye de tus labios
por
eso, en los pocos besos que nos damos, bebo tiempo ,
pero
te muestras cauta conmigo;
no
me das vida, no me regalas tu tiempo.
Aun
me da tiempo
Sevilla,
5 de septiembre de 2014
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