lunes, 15 de septiembre de 2014

Gracias

Todo en mi cuerpo te dice 'gracias'.
Aquí estoy, entre las manos se me escurre la vida
como si no fuera mia, como si fuera un préstamo a devolver.
Pero no, mi vida no es un préstamo,
ni te debo nada, amada mía.
Mi vida empezó cuando tus labios
dijeron “Aquí estás, acabas de llegar”.
Y yo era ese hombre que tú anunciabas
y presentías. Pero no había en
mi algo más que un poco de vello púbico
y unas ganas inmensas de demostrarte
lo que tú ya sabías que no podía cumplir.
Ay, Compañera, si tus manos me hubieran guiado,
si tus ojos hubieran encendido la noche,
si tus labios hubieran quemado mi piel,
ahora yo estaría besando cada paso tuyo
sobre esta historia que hoy me lleva a la nada.
No, no, no, no hablo de culpas.
Hablo de ti, de tu magia, de tus besos;
hablo de tu llegada, cuando la muerte me tenía en sus brazos;
hablo de tí, de tu entrada triunfal sin preguntar siquiera.
Recuerdo ahora tu llegada al hospital: alta, segura,
con mi vida en tus mano y mirando con desprecio
a toda aquella tribu de batas blancas y nombres mayúsculos.
Y llegaste tú, definitivamente. Atrás las gráficas,
los severos diagnósticos; olvidados quedaron
los pronósticos reservados. Tú estabas allí,
y un incendio se llevó por delante aquel dolor
que me habitaba desde que tú dejaste de mirarme.
Pero ésta es una canción de amor,
esta es una canción de amor que yo te debo.
Cuando el mundo pensó que mi dolor se contagiaba,
llegaron tus manos para estremecer este pobre cuerpo que te adora;
cuando los amigos emprendieron la huida,
llegó tu voz, llegó tu voz. Y mi herida ya no dolía,
mi dolor se retiró ante la orden definitiva de tus ojos.
Allí estabas: segura, y mandando mucho,
tus manos, el tacto de tu voz cerraron las heridas
de tanto olvido, de tanto cansancio, de tanto cáncer envenenado.
“Aquí estoy”, y el mundo se inclinó ante tus ojos,
y yo mismo me sentí inquieto ante tanta fuerza.
No es mi derrota, es tu triunfo, es el mio también
porque estás aquí conmigo. ¡Qué puede desear más
esta carne que se consume! Estas manos que recorrieron tu piel,
esta carne que se estremecía con una caricia tuya,
este corazón que no reconoce otra autoridad que tu deseo:
todos te recordamos y yo el primero.
Esta es una canción de amor, vida mía;
yo no estaba en el mundo hasta que pusiste en mi tu deseo,
no hay en mi sino una llamada constante,
una voz que proclama ante los oídos del mundo
la eterna gratitud de todas mis células, de toda mi carne.
Todo en es este cuerpo mio te dice “gracias”.

Tiempo de gratitud
Sevilla, 24 de junio de 2014

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