Late
con fuerza la memoria, y trae la superficie
la
vida muerta que fue ayer, quizá porque hoy no hay más que dolor.
Y
el dolor es rencoroso y torcido,
y
me convoca ante él con autoridad indiscutible.
“Aquí
estoy”, le digo, mientras el dolor sonríe displicente
y
se aplica con ahínco a doler —que es lo suyo.
No
tengo ánimo para discutir con él,
y
en cualquier caso no podría.. Atado me tiene
de
pies y manos, mientras punza cada músculo, cada hueso,
y
va calando carne adentro dejando un rastro de amargura.
“Aguanta,
corazón” — me digo para mí,
para
destacar que el corazón también me duele,
pero
su dolor es otro. Viene de lejos, es un dolor antiguo.
Forma
parte de mi fisiología.
Pero
mi corazón es fuerte, porque tiene buenos aliados.
Y
sabrá aguantar, como sólo los limpios de corazón saben hacerlo.
Lo
digo sin modestia, lo sé: — mi corazón está limpio desde hace
mucho tiempo.
Desde
aquel día en que hicimos un pacto: — “yo no te preguntaré nada,
y
tú seguirá latiendo”. Así lo acordamos.
Pero
ahora, él me interroga desde su dolor sin fondo,
y
yo — conforme a lo pactado— no le pregunto ni le explico su
sufrimiento.
Lo
acordado es lo acordado: “Aguanta, corazón”.
Sevilla,
16 de abril de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario